No sé bien cómo empezar este artículo, quizás debería advertir que se trata de una opinión estrictamente personal, pero la verdad es que todos los artículos lo son… Así que voy a comenzar contando una anécdota de esta mañana, algo nada fuera de lo normal…
Mi hijo mayor salió del colegio al mediodía y de camino a casa me contó que esta mañana toda la clase se ha quedado sin patio. En su colegio y en todos los que he preguntado (en España), el recreo dura 30 minutos y es a media mañana, es decir, tienen dos horas de clase, 30 minutos de patio y otras dos horas de clase, luego se van a comer y al volver dos horas más de clase por la tarde. Los que comen en el colegio tienen patio cuando acaban de comer si es que no tienen alguna actividad extraescolar de mediodía. Este sistema está más que comprobado que no es nada efectivo para los alumnos, ya que cuesta mucho hacer que un niño esté atento dos horas seguidas, lo ideal sería que tengan 15 minutos o 10 cada hora y así los profesores disfrutarían de la atención de los alumnos. Pero, este sistema les viene muy bien a los profesores que tienen tiempo de turnarse para hacer su café, su desayuno, su cigarrillo, etc….
Ahora bien, sumamos a esta gran idea de cómo repartir el tiempo, el hecho de que cuando los niños se portan mal, se quedan sin patio, es decir, no pueden correr, saltar, jugar, hablar, gritar… desfogarse como es debido, para luego entrar en clase y “aguantar” dos horas más. Para los que están pensado en la razón del castigo, hoy se trataba de que la mayoría de los alumnos se toma demasiado tiempo para acomodarse, ponerse la bata y estar listos para la clase a primera hora… pero en realidad no importa… si no es eso, es que hablan o que no hablan, o que se suenan los mocos, o que se les caen los mocos, o que quieren ir mucho al baño o que no quieren y se lo hacen encima… que se yo… da igual… niños que actúan como tales.
Durante este tiempo, he estado estudiando bastante el tema del TDAH, trastorno de déficit de atención e hiperactividad. ¿Por qué hay tantos niños con esta enfermedad diagnosticada? Bueno, lo que describo antes es un ejemplo de respuesta. El mundo quiere que los niños se comporten como adultos y ellos no lo consiguen sin medicación.
Y lo que es peor, ¿por qué se sigue diagnosticando una enfermedad que no existe? Su “inventor” dijo claramente que se trataba de una enfermedad ficticia, creada para tranquilizar padres o profesores agobiados o preocupados, y de paso, a las farmacéuticas les crecieron los colmillos mientras tanto… Y ahora ya está… el daño ya está hecho… así que está el bando del que cree que existe y el bando que no, el que opina que mejor medicar a los niños y el que no, con todos sus matices, que mejor terapia, que mejor homeopatía, que más atención, que sofrología… etc etc.
Y luego está la “sobre adaptación” esto es: todos quieren que se les diga lo que quieren oír. Entonces tenemos unos padres preocupados porque su hijo no da pie con bola en el colegio, buscan respuestas, el colegio se lava las manos y dice que seguro el problema está en casa, los padres ponen el grito en el cielo porque ellos lo hacen todo bien, cuando esa guerra acaba se llega a un ineludible acuerdo: el problema lo tiene el niño, y fijo que es genético, neurológico… la culpa no es de nadie… Entonces los padres buscan ayuda fuera del ámbito escolar y se encuentran con los que están a favor y con los que están encontra; en base a lo que ellos crean se quedarán con una u otra opinión y el que pierde siempre es el niño.
Porque, señores, su autor, afirmó que la enfermedad SE LA INVENTÓ!!!
Se está creando una sociedad drogada desde el inicio en base a una mentira!
Por supuesto que habrá niños, más o menos difíciles, que tengan algún tipo de trastorno neurológico o genético, pero desde luego no éste y menos aún dos o tres por clase de 25!!!! En la clase de mi hijo hay supuestamente dos y hace algunos años me sugirieron que el mío también podría tener un TDAH. No voy a hablar por los demás, pero el mío lo que tiene es un AHC: Aburrimiento Horroroso en el Colegio.
El sistema educativo no está adaptandose a los tiempos, a los niños, a las nuevas tecnologías, a la velocidad actual , en definitiva a los humanos de hoy en día,y otra vez lo están pagando nuestros hijos.
Encontré un artículo en dónde un psicólogo infantil habla de estos temas, el hombre tiene sus opiniones, como todos, hacia un lado y hacia el otro… no está de acuerdo con la medicalización, pero sí (evidentemente) con la terapia, pero en realidad me gustaría dar mi opinión acerca de algunos puntos de su entrevista. La pego a continuación y la comento después:
PADRES E HIJOS / ENTREVISTA
Día 26/11/2013 - 01.41h
Este psicoanalista infantil asegura que a los niños se les hipermedicaliza con la «pastillita de portarse bien»
MATIAS NIETO
Sabe que su apellido le precede, pero también es consciente de que ser familiar del
padre del psicoanálisis no le hace ser mejor en su trabajo. En cualquier caso,
Joseph Knobel Freud deja claro en la entrevista que él es un apasionado de su labor como orientador familiar, y que podría estar horas hablando de cómo se puede ayudar a la gente a pensar de otro modo, a cambiar dinámicas establecidas, y algo muy importante, a prevenir...
«No todo es enfermedad mental», afirma. Desde luego, lo que para él no lo es, es el
Trastorno por Déficit de Atención. «
El TDA no existe, no es un trastorno neurológico, es un invento de esta sociedad de la inmediatez en la que vivimos, y qe nos lleva a la hipermedicalización de niños que son más movidos», asegura.
J. K. Freud nos invita a reflexionar sobre este y otros temas importantes de la paternidad en su último libro,
«El reto de ser padres». En esta obra el psicoanalista de niños comparte su experiencia de más de treinta años ayudando a padres e hijos a superar sus problemas, y e invita a sus lectores a tomarse un tiempo para reflexionar sobre la paternidad. «La vida es un camino de la dependencia total a la independencia total. Y para lograrlo, es fundamental el papel que desempeñan papá y mamá», advierte.
—Uno de los temas más llamativos de su libro es que usted afirma tajante que no existe el TDA.
—El TDA no existe, no. De hecho Leon Eisenberg, la persona que describió el trastorno de déficit de atención con hiperactividad por primera vez, dijo a
Der Spiegel meses antes de morir que éste era «un excelente ejemplo de un trastorno inventado» y que «la predisposición genética para el TDA está completamente sobrevalorada». Lo que es preocupante de la sociedad actual es que se considera que las cosas cuanto más rápidas sean, mejor. Es decir, si el niño se porta mal en la escuela y se mueve mucho, enseguida le dan la «pastillita de portarse bien». En lugar de actuar, inmediatamente se hipermedicaliza, tapando el síntoma. ¿Se ha intentado averiguar por qué ese niño se mueve, no está quieto, y no es capaz de prestar atención...? ¿Alguien se ha parado a averiguar si hay problemas en casa? ¿si está angustiado por algo? ¿si resulta que se mueve mucho porque intenta captar la atención de papá y mamá, o del maestro, o de los educadores en general? No, le hemos dado la pastilla y ya está. Además estamos creando en los niños una costumbre peligrosísima. Me refiero a la costumbre de que, frente a un conflicto, en lugar de tratar de pensar de donde viene, y qué solución tiene, en vez de encontrar algo en la dinámica personal y familiar de esa persona que nos ayude, se recurre a un elemento externo, una droga —el metilfenidato en el caso del TDA—, para conseguir unas determinadas conductas. Insisto, estamos enfrentándonos a una preocupante hipermedicalización de la sociedad.
—Pero el TDA cada vez está más diagnosticado.
—En mi época los niños también se movían, pero como no existía el metilfenidato, no había TDA... Si usted viera las preguntas del cuestionario —que está de moda en todo el mundo— y que utilizan los padres y maestros para detectar el supuesto trastorno se sorprendería. Hay que responder a unas preguntas que al final lo que hacen es definir la infancia en sí misma. ¿Se mueve? A menudo, con frecuencia, bastante... esto es muy subjetivo. Los padres y los maestros están preparados para muchas cosas, pero no para diagnosticar esto. Para eso estamos los psicoterapeutas.
—¿Qué recomienda usted?
—Desde luego, no hipermedicalizar para tapar o no hablar del problema. Y preguntarse ¿qué está fallando?, ¿qué está pasando con la educación actualmente que hace que los niños no presten atención? Porque la atención es un don que se presta. Pues juguemos con la palabra atención. Si tu das atención, es porque ese alguien te merece respeto. En la infancia, ese respecto viene dado por la familia. ¿Que está pasando en una sociedad en la que el papá va al colegio a amenazar al profesor de quinto porque le ha puesto un cuatro a su hijo? ¿Cómo queda de desprestigiado ese maestro a los ojos de ese niño? Con ese padre beligerante que llamó inepto al profesor... ¿le podemos pedir al niño que esté atento en clase? Los niños que van a escuelas respetadas por sus padres tienen menos problemas para prestar atención. También hay una relación directa entre eso y lo que pasa en casa con la obediencia. Si el niño ve que hay un papá y una mamá que se respetan, que se quieren, que se apoyan mutuamente, entonces el niño obedecerá y aceptará los límites.
—Y si no lo hace, ¿qué pueden hacer los padres para que el niño obedezca?
—Voy a poner un ejemplo muy claro. Llega el momento de la cena donde el niño dice «no quiero comer esto» y el papá dice «termínatelo». ¿Que no quiere? Se le retira el plato, y se le manda a la cama. Esa es una actitud excelente del padre. Pero entonces llega la mamá al cuarto del niño y le dice «toma esto, que papá está muy nervioso», y le da un yogur con galletas... «Pobrecito, así come». En ese momento, muy inconscientemente, está desautorizando a su propio marido, desacreditando la función paterna del padre del niño, y además haciendo que se niño se vuelva caprichoso con la comida y con todo. Yo siempre digo a los padres cuando me consultan: «Nunca amenaces a tu hijo con algo que no vas a cumplir y que luego te desacredite».
—Es muy importante que los dos vayan en la misma dirección, pero a veces no es fácil, ni en la familia más feliz y compenetrada del mundo.
—Por supuesto, pero si la pareja hace algo que no es correcto, podemos y debemos acudir a su rescate. Nunca desautorizarle. Es muy recomendable llegar a pactos de los cuales los niños no tienen ni por qué enterarse. El Estado Mayor conjunto tiene que tener reuniones en secreto para llegar a acuerdos que el soldado raso tiene que obedecer.
—El otro error está en querer convertirnos en amigos de nuestros hijos.
—Sí. Estamos convirtiéndonos en la sociedad de la indiferencia generacional. Estos padres que te dicen «es que a mí me gustaría ser amigo de mis hijos». Mire, no. Usted es padre (o madre) de los niños, y ellos ya tendrán amigos a lo largo de toda su vida. Esto que parece una tontería... no lo es. A los padres hay que obedecerles y esa división generacional está para algo.
—¿Qué podemos hacer cuando el niño reta a la figura del padre?
—Los niños que son queridos y respetados en su función de niños no tienen por qué retar al padre, a no ser en una época muy determinada de la vida en la que el desarrollo psicológico sano de todo niño pasa por el hecho de enfrentarse al padre para buscar su propia independencia. Pero ahí donde hay un niño dispuesto a enfrentarse al padre tiene que haber un padre dispuesto a decirle «no, por aquí no paso». Lo que nos estamos encontrando es que hay padres muy débiles, que se autorizan poco a ser padres.
—Límites, límites, límites...
—Hay que poner límites a la voracidad infantil. Y hay que empezar desde que se le da el pecho al niño. Llega un momento en el que hay que pasar a la papilla, porque es bueno en el desarrollo de todo niño la introducción de nuevas comidas que no tengan que ver con la leche materna. A mí me ha pasado en la consulta tener que tratar a un niño de cinco años totalmente inquieto que tomaba pecho de pie. Como el nervioso que se fuma un cigarrillo. ¿Quien es responsable de la inquietud de ese niño? «Es que no sé cómo destetarlo», decía la madre. Señora, diga ¡se acabó! Lo mismo pasa con el chupete. Tireló. El niño llorará tres días, en los que usted se tendrá que armar de paciencia, de aguante. Cante todo el cancionero popular español, extranjero y del más allá, cuéntele cuentos, juegue con él, pero digale chupetes no, pecho no... Ponga límites. Poner límites es importante para el desarrollo y evolución del ser humano, para la contención del psiquismo.
—Llama mucho la atención que se realice psicoanálisis infantil. ¿Cómo se aborda una consulta cuando el paciente es un niño, y no se le puede sentar en un diván?
—Un niño enfermo psicológicamente hablando es un niño que no juega, entre otras cosas. El trabajo del psicoterapeuta es encontrar el por qué, y encontrar las pistas para deshacer los nudos que han quedado mal hechos. Es decir, la meta en psicoterapia es que el niño juegue, porque el juego es por sí solo es terapéutico. El problema lo tienen los niños que no pueden jugar por algún conflicto... El juego le permitirá elaborar positivamente cosas que vive pasivamente. Al jugar, lo puede actuar, elaborar, tramitar, digerir y metabolizar... es una forma privilegiada del mundo infantil de incorporar las cosas que se van viviendo.
—¿Cuáles son las consultas más típicas?
—Las de violencia, agresión y soledad en la escuela. Lo que hoy se conoce por bullying y que tiene su variante en el acoso escolar cibernético o ciberbullying.
—Algunos expertos en bullying señalan que esto le puede pasar a cualquier niño.
—No lo creo. Creo que hay niños que por algún motivo se colocan en una posición de especial debilidad. Los niños lo captan, y entre ellos es como si hubiera códigos de conductas que les permite saber dónde está el débil y dónde y a quién pueden pegar. Es muy común que el que pega haya visto violencia en casa.
—¿Que aconsejaría usted para fortalecer la autoestima del niño? ¿Todo se basa en la autoestima?
-Muchas cosas se basan en la estima. La estima empieza por ser querido por los papás. Y para fortalecerla una de las cosas que podemos hacer es ocuparnos más de nuestros hijos. Tienes la opción. O te ocupas de saber qué tal le fue en el colegio o te vas a ver el telediario. ¿Que más podemos hacer? Dedicar más ratos a hablar y a jugar con nuestros hijos. El mejor regalo que podemos hacerles es tiempo
Por supuesto apoyo a este señor en cuanto a sus opiniones acerca del TDAH, pero hay algunos matices que me gustaría comentar. Por ejemplo, me gusta mucho esto de que la atención es un don que se presta, pero entonces habla de respeto, a los profesores, a los padres… bueno, a mi me encantaría poder decirles a todos los niños del mundo que siempre respeten a los padres y que siempre respeten a sus maestros, pero para eso también tengo que enseñar que exijan que se los respete a ellos como niños… el niño debe saber qué cosas se deben respetar y los adultos tienen conseguir que no se les pierda el respeto, el ejemplo de que el padre se enfada con el profesor porque le ha puesto una mala nota me resulta bastante simplista y me hace pensar: es así? el profesor ha sido injusto? porque yo he conocido muchos profesores injustos. O el padre no está siendo objetivo y está obstaculizando el trabajo del profesor porque cree que su hijo tiene que obtener la mejor nota aunque no se la merezca? No sé… este ejemplo para hablar de respeto me parece un poco desafortunado.
Luego está lo de la comida…. ay la comida este gran placer… o no?! Creo que utilizar la comida para demostrar autoridad y obediencia es retrogrado e irrespetuoso con el niño. A los niños hay que enseñarles que su cuerpo es su templo y que la comida es un acto de amor que no pueden despreciar sin más, pero tampoco se les puede obligar a comer lo que no les gusta todo el tiempo, ni por el contrario consentirlos con caprichos y que tomen chocolate todo el día, ya que no estaríamos siendo consecuentes con que su cuerpo es su templo. Pero desde luego la hora de la comida no es el lugar del "crimen y castigo", ni de ver quién da el brazo a torcer antes.... otra vez el ejemplo es algo simplista.
Después habla de "límites a la voracidad infantil”. Vale, los niños son voraces, lo quieren todo y lo quieren ya… mi hija de un año está sentada en mi falda mientras escribo porque aún no comprende que para mi es más fácil escribir sin ella en medio, solo piensa en que quiere estar conmigo….los adultos también somos así… debemos aprender a ser pacientes, a gestionar nuestras emociones, a no romper a llorar y a gritar cuando algo no nos gusta. Pero poner límites implica controlar y controlar a mi me suena a aguantarse, creo que las personas que controlan sus impulsos acaban convirtiendose en bombas de relojería. Me gustaría más que se hablara de gestionar, entender nuestras emociones, ser parte de ellas y luego reaccionar. Personalmente no quiero que mis hijos se aguanten nada, prefiero que entiendan lo que les pasa y actúen en consecuencia a sus vivencias internas, eso creo que los hará más auténticos. Limitar, controlar… obedecer. Menudas palabras!
Y el último es el que más me gusta o más me disgusta… el controvertido ejemplo del pecho para explicar que hay que marcar límites... quizás es un buen terapeuta, como padre (si lo es) hará cosas bien y cosas mal (como todos!) pero es evidente que no sabe nada de cómo funciona el pecho de una mujer y la relación con su hijo, si lo supiera no sería capaz de compararlo con un cigarrillo o con un chupete. No es su culpa, tetas no tiene y quizás tampoco la sensibilidad que tienen algunos hombres para entender que el pecho es alimento, bebida, amor, vínculo, relación, contacto, caricia, calor, paz, calma, piel, miradas, unión, disponibilidad, dedicación, tiempo, complicidad, etc etc etc... creo que aún no han inventado ni un cigarrillo, ni un chupete que traiga todo eso incluido…A veces no hay pecho, pero sí hay todo eso, el problema surge cuando no hay nada... y no porque a alguien le incomode ver a un niño de 5 años aún en la teta... ese no es el problema... el problema es que un niño de 5 años no tenga nada, ni teta... ese sí necesita terapia o mejor: una familia que lo quiera y le dedique tiempo. En eso sí estamos de acuerdo, el tiempo es el mejor regalo.
En definitiva, todos hacemos algunas cosas bien y otras mal, pero no justifiquemos lo que hacemos mal. Si ves que tu hijo tiene algún problema, busca el origen, asume tus responsabilidades e intenta resolverlo desde el amor, el instinto y la seguridad. Si sinceramente hay gente ajena a la familia que también es responsable, a ellos no les puedes cambiar, pero sí puedes contrarrestar los efectos o cambiarlo de ambiente. A veces lo que es bueno para uno, es malo para otro. Os invito a ser incansables buscadores del bienestar de la sociedad del futuro.
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